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El estrés, motivo de consulta frecuente en la actualidad, viene del inglés stress y se refiere a una reacción fisiológica, endocrinológica y psicológica del organismo frente a una situación que es percibida como demandante o amenazante, lo que genera una respuesta natural y necesaria para la supervivencia. No es en sí mismo una patología que impida el funcionamiento normal, sin embargo, cuando el estrés se hace crónico en el tiempo afecta negativamente el desarrollo y salud tanto de los padres como de los niños y adolescentes.
El comienzo del año escolar, la vuelta al cole se transforma en algunas oportunidades en una situación percibida como amenazante tanto para el niño como para los padres que tienen que cambiar la agenda y modificar todas las rutinas.
Padres tranquilos y con capacidad de adaptarse a los cambios ayudan a sus hijos a asimilar adecuadamente el pasaje de las vacaciones a la escolaridad que exige adaptarse a reglas y normas distintas a las que viene teniendo.
El niño en edad escolar deberá aceptar inmediatamente la modificación en su rutina y comienza un período donde tiene que aprender o seguir aprendiendo a separarse de su familia, a ser responsable por si solo, ordenado, manejar otros tiempos que los que tiene en su casa, entre otras tantas cosas y para lo cual tiene que hacer un esfuerzo muy grande, cuanto menos edad tenga el niño más será el nivel de estrés al que está expuesto ya que tiene menos recursos de afrontamiento que son los que ayudan a adaptarse a los cambios más rápidamente y sin un costo tan grande para el organismo.
En los niños pre-escolares el período de adaptación que imponen las escuelas ayuda a que el estrés se vea amortiguado, de todas maneras es un periodo de mucha exigencia para toda la familia.
Si las situaciones vividas en esta etapa inicial escolar son vividas como amenazadoras para los padres generará estrés y ansiedad en ellos y no podrán sostener y contener al niño que tiene poco recursos adaptativos, como dijimos anteriormente, para los cambios y también la presión del momento se sentirá en ellos.
Si por otro lado el nivel de ansiedad de los padres es adecuado permitirá enseñarles a sus hijos los beneficios de las situaciones nuevas, valorar el tiempo de vacaciones y mostrar este cambio como un desafío para el niño a aprender cosas interesantes, a lo estimulante que es reencontrarse con sus compañeros a hacerse de nuevos amigos y a disfrutar y valorar la rutina escolar.
Si de todas maneras el estrés no se pudo evitar tenemos que tener en cuenta que las respuestas psicológicas asociadas al estrés abarcan especialmente aspectos emocionales, somáticos, cognitivos y conductuales. A nivel escolar, se pueden observar cambios repentinos en los niños que incluyan las áreas mencionadas, puede ser que sea necesario si persisten síntomas después del primer mes requerir atención y realizar una intervención temprana preventiva con algún profesional de la salud para tratar de entender el cuadro.

Para prestar atención durante el año escolar:
Existen tres etapas claramente diferenciadas del estado de estrés y se pueden definir como:
– Reacción de Alarma: Corresponde a la sensación de estar “agobiado por mil cosas”. Acá aparecen las modificaciones bioquímicas que tratan de compensar el estado de excesiva actividad y proteger al escolar.
– Fase de Resistencia: Se produce cuando el escolar ya se ha adaptado a la sobrecarga prolongada en el tiempo y se mantienen las modificaciones que compensan la homeostasis.
– Fase de Agotamiento: El deterioro del escolar se genera por la falla de las estrategias adaptativas, éstas se desmoronan y las reacciones emocionales, conductuales y cognitivas comienzan a ser perceptibles.

Al momento de evaluar es importante considerar que un niño que va al colegio puede comenzar a presentar indicadores de estar en la fase de agotamiento y que si sigue bajo estas condiciones de estrés ve afectado su funcionamiento general y pueden aparecer síntomas asociados tales como:

• Baja de rendimiento académico
• Disminución de habilidades cognitivas
• Caída en sus habilidades de resolución de problemas
• Poca motivación o cansancio crónico
• Alteraciones en la concentración-atención
• Disminución en la tolerancia a la frustración
• Cambios en la interacción con pares y compañeros
• Modificaciones en la interacción y comunicación con profesores
• Mayor ausentismo escolar o deseos de no asistir al colegio
• Aparición de quejas somáticas (dolor de cabeza, dolor abdominal)
• Conductas ansiosas (rascarse, morderse las uñas, entre otras)
• Síntomas de ansiedad o angustia (trastorno del sueño, pesadillas, insomnio, querer ir al baño constantemente, rabietas, llanto sin motivo)
• Cambios en el estado de ánimo , aparición de tristeza o hablar menos, apatía )
• Dificultades conductuales, irritabilidad o agresividad que antes no tenía
• Cambio en la alimentación con aumento o reducción de consumo de alimentos
Dra. Mónica Cornejo
Coordinadora del Servicio de Medicina y Psicología del Estrés

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